martes, 23 de agosto de 2011

El Cuarto

Habían lámparas colgando del techo, pero sólo en una mitad del cuarto. La otra mitad era totalmente oscura. La división estaba bien marcada, pues de un lado la luz blanca permitía verlo todo, pero sólo en su territorio. Al llegar a la línea divisoria, un cambio brusco daba a entender que ahí comenzaba el reino de la oscuridad. Uno podía suponer que las dos secciones eran del mismo tamaño, pero habría sido imposible saberlo sin entrar a la penumbra a explorar, y eso sería impensable. Llamaré a una mitad la conocida y a la otra desconocida; es lo que eran.
En una esquina de la parte conocida había fuego. Del otro lado, un unicornio trataba de dormir lo más alejado posible de la oscuridad, pero ésta lo aterraba y hacía que el descanso fuese imposible, por lo que se mantenía con la vista en alto, alerta en caso de que la oscuridad despertara. En una orilla cercana al unicornio había un cofre negro, con un candado pequeño, pero más fuerte que la voluntad de Dios.
Al mirar al resto de la mitad conocida, uno se podía dar cuenta de dos cosas: una, que no había sido limpiada en mucho tiempo, pues revistas pronográficas y mugre cubrían gran parte del suelo; y la otra, una mesa en el centro, con sólo una caja con cartas a amores perdidos y un cuchillo sobre ella.
Llegó el momento en que la oscuridad despertó. El unicornio se levantó aterrado, pues sabía que sólo podía haber un despierto en este cuarto, y él ya no quería dormir; al menos no así. La oscuridad se fue tragando poco a poco los elementos conocidos. Se tragó a la mesa, junto con los objetos sobre ella. Una por una, caían las lámparas y las revistas se esfumaban. El fuego fue devorado, pero no se extinguió. El unicornio no lo podía ver, pero sabía que aún ardía. El cofre y su candado también se fueron y sólo quedaba el unicornio y cables colgando de dónde alguna vez hubo una lámpara. Finalmente, sucumbió a la oscuridad.
Pero eso no fue el fin. Ahora la habitación ya no existía, pero si una persona desnuda. No sé si era hombre o mujer, pero sostenía en la mano derecha el cuchillo y en la izquierda el cuerno del unicornio.

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