lunes, 25 de octubre de 2010

Atropellado

La otra vez, vi a la muerte. Sucedió mientras manejaba. No fui yo, no malinterpreten. Iba muy temprano en la mañana por la misma ruta de cada día. Lo admito, iba un poco cansado, pero eso no importa. Iba a velocidad relativamente lenta, pues no me gusta manejar rápido. Era una hora del día de esas en la que aún reina la oscuridad; la mayoría aún hubiera estado dormida.
Manejaba, pues, cuando lo vi parado en frente de mi vehículo. Estaba recogiendo comida, al parecer. ¡Ay de aquella bestia! Frené repentinamente e hice sonar el cláxon, ocasionando que se enderezara, volteara hacia su izquierda y pelara esos ojos que pedían misericordia. En ese momento, vi en aquellos ojos tantas cosas que me sería imposible explicarlas todas e incluso encontrar las palabras para hacerlo; vi todo lo causado por la humanidad cuando se dedica a pensar y no a sentir.
Ahi estaba, con su pelaje güero que podría haber sido hermoso en cualquier otra situación y lugar. Es más, era hermoso en ese momento y lugar. Estaba sorprendido, no podía explicar lo que le sucedía. No se imaginan el alivio que sentí cuando pude pararme sin dañar a la pobre criatura. Sin embargo, no acabaría ahí. Traté de decirle con mi mente e incluso con palabras que no escucharía (ni entendería en caso de escucharlas) que se moviera hacia mi derecha (para él era para atrás). Pero el perro estaba asustado y se movió hacia adelante, al carril de al lado, en lugar de dirigirse a la banqueta.
-¡Al otro lado, bestia estúpida!- le grité, o al menos creo haberlo hecho. Un carro pasó a velocidades increíbles, pero el pobre perro pudo esquivarlo. Su confusión era evidente, pues no sabía hacia donde moverse. Para atrás, estaba un monstruo negro que casi terminaba con su vida unos segundos antes, mientras que hacia adelante, se veían luces aproximarse. Creo que no se dió cuenta que yo me había detenido y no avanzaría teniéndolo enfrente y siguió hacia adelante, pues aún no llegaba nada por allá.
Unos milisegundos después, que pasaron lentamente, vi como se revolcaba y daba vueltas bajo una de esas bestias mecánicas que asesinan criaturas de todo tipo todo el tiempo.
Al volver a pasar por el lugar, me di cuenta que el camino ya lo había olvidado. El perro no existía más, era cosa del pasado. El pavimento lucía normal, como si la muerte jamás hubiera pasado por ahí. Pero yo sé que no es así. Alguien fue asesinado en frente del Burger King en Garza Sada, alguien que nadie extrañó, extraña ni extrañará. El camino lo olvida todo y sigue adelante. Cuando un carro pasa por las calles, las calles no sufren ni recuerdan a los autos. A veces, las personas son como caminos que destruyen los carros que pasan.

1 comentario:

Anónimo dijo...

)': es enserio pan? )': porque no lo salvaste ?