De repente desaparece el mundo. Nada existe y me pierdo en mi mismo. Yo me vuelvo el único camino y no puedo salir de él. Las únicas personas que alcanzo a ver a la distancia, casi en el horizonte, son ilusiones provocadas por mi enferma mente, que me habla con tanta (in)seguridad.
Las neuronas en mi cerebro se conectan entre sí con una rapidez anormal. Tanto movimiento, tanta fricción... brotan llamas dentro de mi y mi cabeza se derrumba. Pero nada de esto cambia las cosas y el mundo sigue sin existir. No sé si alguna vez fue real o al menos tangible (real y tangible son conceptos muy diferentes), pero lo que importa es que en este momento no lo es. En ocasiones me menciono a mi mismo lo mucho que me gustaría desaparecer, para después darme cuenta que no tengo de dónde desaparecer, pues no existe la existencia y nada es.
Continúo siguiéndome sin caminar. Sigo por el camino tirado en él. No sé porqué continúo avanzando, pero lo hago; siempre tirado y mirando diréctamente al sol. A veces desearía que se fuera el sol para acariciar y besar a la luna. Pero el sol no se irá.
La luna se fue y la tranquilidad de la noche es sólo un recuerdo.De repente desapareció y no me avisó. Mencionó en una ocasión que pensaba irse un día y que no me asustara, pero jamás tomé muy en serio el significado literal de la frase. Las palabras eran serias, más yo las veía como una simple metáfora. El problema ahora no es tanto que la luna se haya ido (uno no puede permanecer pensando en el pasado), sino que no me decido si ir en busca de su luz o quedarme mirando al sol. No sé si me haga más daño la presencia del sol o la ausencia de la luna.
Pero nada de esto importa, porque no esto no es la verdad, aunque la luna si existe, de eso estoy seguro.
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