Desconozco lo que sucederá ahora. No quiero ver el mundo gris ni asquearme ante la masturbación de las hienas. Tampoco me gustaría seguir escupiendo hacia arriba. Las hojas de los árboles caen y no las quiero levantar, pero tengo que hacerlo. La espalda duele de tanto agacharme. Aunque quizás sea por los cuchillos, no estoy muy seguro de eso.
No es masoquismo; la sangre no se derrama por placer, sino por necesidad.
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