Oscuridad es lo que veía. Negro a mi izquierda y a mi derecha. Después de lamentar no poder ver, me dí cuenta que el ser humano no vive sólo de la vista. También está el tacto, el olor, el gusto y el oído.
Me senté a tratar de tocar lo que me rodeaba y no podía ver. Había una superficie suave, y me confortaba.
Me tranquilicé y me dí cuenta del olor. Un dulce olor que me sigue desde ése momento en adelante y me provoca serenidad.
Gateé y puse un pequeño objeto, que no sabía que era, en mi boca, con confianza, para descubrir sensaciones placenteras en mi lengua.
Paré y me dí cuenta de la música. Ángeles, o quizás demonios, cantando melodías estimulantes. Voces recordándome de que, aunque oscuro, éste cuarto es todo excepto vacío.
Una pequeña luz surgió, y ahora me dirijo a ella. Espero no caer en el camino o dar una vuelta errónea. ¿Pero porqué pienso en eso, carajo? Mi naturaleza humana se enfoca en lo negativo. En mis intentos de evitar caer en un extremo, caigo en el extremo contrario, cuando el balance es lo único sano. Será mejor enfocarme en la luz que hay adelante, y no en la oscuridad del cuarto que dejo atrás. Pero no abandonaré el cuarto para siempre. No, saldré para tomar la luz y regresar a él, pues, aunque oscuro, es todo excepto vacío. Volveré la música de los ángeles caídos, que es la que me tranquiliza. Marquen mis palabras, regresaré triunfante con la luz en mi mano.
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